El Canal Imperial (IV, de Casablanca al Ojo del Canal)

El Canal Imperial no solo se construyó para el riego, sino también para la navegación. Hasta mediados del siglo XIX se mantuvo de forma continuada el transporte de mercancías y de viajeros. Si había viento a favor se usaba la vela, pero si no eran las caballerías las que tiraban de los barcos.

«Hay en cada parada, esto es, a la distancia de cada dos leguas (unos 10 kilómetros) 8 o 10 caballerías para el tiro de barcos, y si estos transitan con mucha frecuencia o son muchos a un mismo tiempo, para que no cese la navegación se alquilan otras de los pueblos«.

De Tudela a Zaragoza el viaje duraba unos ocho horas, hasta llegar al puerto de Casablanca primero y después al de Miraflores (donde está el puente de la Avenida de América). Vamos a ver un plano de este tramo del canal para ir situándonos.

Lo primero que llama la atención al ver el plano es el trazado del Canal. En un río se entiende que sea sinuoso, pero en una obra artificial, ¿porque no se elige la línea recta? Pues porque no siempre es la distancia más corta entre dos puntos, y los ingenieros tuvieron que trazar el recorrido buscando siempre que el canal descendiera de nivel en una suave pendiente, evitando, siempre que se pudiera, construir acueductos y esclusas. De hecho hasta Zaragoza no hay ninguna, pero aquí la cosa cambia y se tuvieron que construir tres grupos: Casablanca, Valdegurriana y Torrecilla de Valmadrid (estas, prácticamente arruinadas hoy).

Si os fijáis en la foto, estamos en uno de los dos puertos que hubo en el Canal a su paso por la ciudad, el de Casablanca (el nombre viene de la casa blanca), donde llegaban los barcos que hacían el viaje entre Zaragoza y Tudela. Aquí estaba el embarcadero, almacenes, un molino, posada, una capilla…

Si subimos a la parte alta veremos que del cauce principal se desvía otro más pequeño, cuya fuerza movía un molino. El agua vuelve al principal por las compuertas de la almenara de San Carlos, situada entre las esclusas y la Casa Blanca, que servía como almacén y posada y dio el nombre a este barrio (actualmente hay una central eléctrica en su interior). Como muchos otros términos relacionados con los sistemas de riego la palabra almenara viene del árabe, y se refiere a las construcciones que protegen las compuertas, cuya función es el vaciado del cauce y la distribución de los riegos (incluyen también un pequeño edificio en el que vivía el guardia).

En el centro de la fotografía, al fondo, se ve la almenara, con las compuertas para que salga el agua en la parte de abajo. Sin embargo, lo más llamativo son las esclusas, necesarias para que los barcos pudieran salvar el desnivel (en este caso, de 6’5 metros). Son ovaladas, pues el “efecto bóveda” las hace más resistentes y el ensanchamiento central permite el paso de dos embarcaciones a la vez. ¿Cómo funcionan? Imaginemos que llega un barco desde Tudela, por la parte de arriba.

Cuando se acerca se cierran las compuertas (hoy desaparecidas) de la primera esclusa, que se convierte en un gran recipiente cerrado y se llena con el agua que entra.

Se abren entonces las puertas y el barco entra a la esclusa, que empieza a vaciarse, bajando la embarcación hasta el nivel de la siguiente. La operación, que se repetía dos veces, “se verifica a lo sumo en ocho minutos cada inclusa”.

En esta zona se construyó en 1786, cuando se inauguraron las esclusas, la Fuente de los Incrédulos, en la que Pignatelli mandó grabar “Incredulorum convictione et viatorum commodo” (para convencimiento de los incrédulos y descanso de los caminantes). El agua del Canal saliendo por los caños de la fuente era la mejor prueba del éxito conseguido.

Justo delante de la fuente pasaba el camino real, convertido hoy en Vía Ibérica. El camino salvaba el canal con un puente, pero era demasiado estrecho para las necesidades actuales y se construyó la avenida que vemos hoy. ¿Qué pasó con el antiguo puente del siglo XVIII? Pues no se tiró. Está debajo, e incluso se puede ver. Aquí lo tenéis:

Si continuamos por el paseo de los reyes de Aragón enseguida nos encontraremos con la almenara del Pilar, perfectamente conservada. Por cierto, hubo más de treinta y se conservan la mitad. Son edificios pequeños y funcionales, que protegían las compuertas y servían de vivienda a la persona encargada de su funcionamiento. Esta en concreto servía para echar al Huerva las aguas sobrantes del canal. ¿Al Huerva? Pues sí, porque aquí tenemos otra sorpresa.

Otra vez el canal se encuentra con un río, en este caso el Huerva, que además pasa muy encajonado por este punto (con lo que la dificultad es menor, pues la distancia que tiene que salvarse es pequeña). ¿Qué se hizo? Pues lo mismo que en el caso del Jalón, un acueducto que la gente conoce como el ojo del Canal.

Al aumentar el tráfico se ensanchó con una estructura de hormigón armado, pero aún es posible verlo desde un mirador. Os dejo aquí una foto tomada desde el río en la que se ven las dimensiones de este espectacular arco.

En la orilla de enfrente puede verse el rótulo de la “Urbanización las Abdulas”. Es una deformación de la palabra “adulas”, que en árabe significa “períodos” y se aplica a fincas que se riegan por ador (es decir, por turno). Fueron los musulmanes quienes más impulsaron los regadíos en el entorno de Zaragoza, y casi todos los términos que aún se usan son de ese origen (acequia, aljibe, alfarda…). Cerca de aquí hubo un azud, una pequeña presa para tomar agua para las acequias que salían del Huerva. La más conocida es la de las Adulas, pues hasta hace no muchos años regaba un buen número de campos y huertas de Zaragoza, además de mover muchas fábricas.

El sucesor de Pignatelli como protector del Canal Imperial fue el Conde de Sástago, que nos dejó una “Descripción de los Canales Imperial de Aragón y Real de Tauste”. El libro está lleno de detalles y es un documento de enorme interés. Dejemos que sea él quien nos acompañe por un momento: “Antes de llegar al Monte de Torrero se encuentra el Río Huerva (…) Pasando el Canal por este río, continuó su curso por en medio de unos collados que se abrieron para darle paso y conducirlo al Monte de Torrero, sitio que en el día está todo arboleado y es un paseo delicioso de la ciudad de Zaragoza”. En el próximo post, continuaremos por allí para comprobar que doscientos años después vuelve a ser un paseo de lo más agradable.

Categorías: Historia y Arte, Joyas del Patrimonio | 6 comentarios

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6 pensamientos en “El Canal Imperial (IV, de Casablanca al Ojo del Canal)

  1. esto es muy interesante, si hay mas informacion o hay escursiones para conocer el especio me gustaria recibir informacion, gracias por ayudanos a conocer un espacio tan singular

  2. Hola¡¡ acabo de descubrir tus interesantes informaciones sobre el Canal Imperial de Aragón. Me parecen estupendas, bien fundamentadas y además se ve que has ido personalmente por el Canal para localizar los sitios. Como yo también suelo ir paseando usaré tus notas para enriquecer este recorrido tan bonito que atraviesa nuestra ciudad y que – como tantas otras cosas – es casi desconocido por los ciudadanos

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