Fidel Pagés, descubridor de la anestesia epidural

Aragón ha sido, históricamente, tierra de grandes médicos. Además del universalmente reconocido Santiago Ramón y Cajal, y de la imponente figura de Miguel Servet, debemos recordar que ya desde la Edad Media la nómina de médicos ilustres es muy notable.

Destacan el saraqustí Avempace en el siglo XI y, en el XIII, el controvertido Arnaldo de Villanova, nacido en Villanueva de Jiloca (aldea de Daroca), a quien durante mucho tiempo se adjudicó origen catalán o valenciano. También cabe mencionar al novator José Lucas Casalete, activo en el siglo XVII, entre tantos otros que vendrían después.

En las primeras décadas del siglo XX destacaron profesionales de la talla de Manuel Bastos Ansart, Ricardo Lozano Monzón y Ricardo Royo Villanova. Pero hoy vamos a referirnos a la gran personalidad de Fidel Pagés Miravé, nacido en Huesca en 1886 y descubridor mundial de la anestesia epidural, que él llamó, en el artículo que en 1921 dio a conocer la nueva técnica, «anestesia metamérica«.

Pagés se licenció en Medicina en la Universidad de Zaragoza en 1908, y ese mismo año superó las oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Sanidad Militar. Su primer destino fue el Hospital Militar de Carabanchel, pero permaneció allí muy poco tiempo, pues en julio de 1909 fue enviado a Melilla para dar asistencia en la guerra que por entonces enfrentaba a España y Marruecos. Pagés llegó a tiempo de hacerse cargo de las numerosísimas bajas ocasionadas por los rifeños en el «desastre del Barranco del Lobo«. Aquella primera experiencia como médico de guerra sería decisiva y le impulsaría a buscar métodos eficaces y seguros con los que proporcionar anestesia a los soldados heridos que había que intervenir quirúrgicamente. Verles sufrir con la escasez de medios que había en aquellas condiciones le debió de impresionar de forma muy viva.

Aunque regresó a Madrid en enero de 1910, pocos meses después volvería a Melilla, nuevamente como oficial médico en uno de los batallones de Infantería destinados a intervenir en el conflicto que tan desastrosamente se estaba desarrollando para los españoles en el Rif. En Melilla fue afianzándose su labor como cirujano militar, que se desarrollaría ampliamente con posterioridad, y se hizo experto en logística sanitaria en campaña.

A su regreso a la Península inició un largo periplo por numerosos destinos en su condición de médico militar. Se casó, se doctoró, publicó numerosos artículos académicos, tradujo las novedades médicas que llegaban de Francia y Alemania y fundó, con el doctor Ramírez de la Mata, la Revista Española de Cirugía. En Madrid llegó a granjearse una notable fama como cirujano y fue médico personal de la reina María Cristina, así como amigo de los facultativos más famosos de su tiempo.

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Pagés seguía interesándose por el tema de la anestesia y del alivio del dolor. Por entonces, los métodos anestésicos eran muy rudimentarios; se había progresado relativamente poco desde que en el XIX se empezaran a utilizar el cloroormo y el éter, aunque se avanzaba en la novedosa técnica de la anestesia raquídea o raquianestesia, por la que se inyectaba el medicamento dentro de la médula. Lo que Pagés hizo fue detener la aguja en la punción antes de atravesar la duramadre, en el conducto raquídeo, por lo que la anestesia bloqueaba las terminaciones nerviosas de la zona concreta donde se hacía la punción. Esto permitía, según sus palabras, «privar de sensibilidad un segmento del cuerpo, dejando con ella a las porciones que están por encima y por debajo del segmento medular«. Podía hacerse, además, en la zona lumbar y en la torácica, y no solo en la sacra, como ocurría con la anestesia raquídea.

Pagés había empezado a probar esta técnica, mundialmente novedosa, en noviembre del año 1920, y los buenos resultados obtenidos le animaron a continuar y perfeccionar el sistema. Se trataba de una aportación importantísima al ámbito médico, pues ofrecía nuevas posibilidades de abordar quirúrgicamente la zona del abdomen y las piernas con mucho menos riesgo para el paciente, y con menores efectos secundarios que utilizando anestesia general. En junio de 1921 publicó un artículo con extensa y detallada información sobre el procedimiento en la Revista Española de Cirugía y en la Revista de Sanidad Militar. Todavía no se era, ni mucho menos, consciente de la enorme relevancia de aquella aportación. Incluso algunos colegas dudaron de su eficacia.

Pero Pagés tuvo la oportunidad de ponerla en práctica, y de qué modo, con prontitud. Un mes después de la publicación de su artículo se produjo el Desastre de Annual; y en septiembre fue nombrado Pagés capitán médico y jefe de uno de los equipos quirúrgicos del Hospital Docker de Melilla. Asistió a centenares y centenares de heridos, especialmente durante los combates de Tizza, Atlaten, Segangan y Taxuda; permanecía en el quirófano durante días seguidos, casi sin descanso, en una situación que sobrepasaba el temple del más pintado. En numerosas ocasiones desarrolló también su actividad en hospitales de campaña, que se desplazaban allá donde se encontraban los frentes de batalla. No es de extrañar que hoy el Hospital de Melilla lleve su nombre.

Pagés salvó muchas vidas por el simple procedimiento de querer operar. En esa época predominaba la actitud abstencionista ante las heridas de vientre, e incluso algún famoso médico afirmó que él no operaba moribundos. Pagés, por el contrario, era partidario de intervenir; y en el frente del Rif demostró que con ello no solo había numerosos supervivientes, sino que eran más los casos de éxito en las intervenciones llevadas a cabo en los hospitales avanzados de campaña que en los de la retaguardia.

Pronto volvió a la Península. Pero pronto, también, encontró la muerte. En 1923, cuando volvía de pasar unas vacaciones con su familia, un fatídico accidente de automóvil segó su vida en el acto. Tenía 37 años. Su prematuro fallecimiento fue uno de los factores que dificultó la difusión de su descubrimiento.

Sin embargo, tuvo seguidores: varios alumnos suyos siguieron trabajando en esta técnica, y su artículo llegó a la Argentina, donde la anestesia metamérica o epidural se aplicó en el Hospital Español de Buenos Aires. Era, sin embargo, un movimiento muy minoritario y faltaba un reconocimiento internacional a su mérito… que no sería para él.

En 1932 un médico italiano, Achiles Dogliotti, presentó en un Congreso Internacional de Cirugía celebrado en Madrid un trabajo muy similar al de Pagés, atribuyéndose la paternidad del descubrimiento de este tipo de anestesia. Nadie en aquel congreso le refutó ni pidió la paternidad para el médico oscense que llevaba años fallecido; ni tampoco nadie pareció conocer nada sobre Pagés en Barcelona y Sevilla, donde Dogliotti hizo, como en Madrid, varias demostraciones prácticas. Tuvo que ser un argentino, el cirujano Alberto Gutiérrez, quien reivindicara la precedencia de los trabajos de Pagés Miravé, pues llevaba utilizando esta técnica varios años gracias a ellos. Finalmente, en 1935 el profesor Pi Figueras, en un congreso celebrado en Italia, reivindicó su figura ante el propio Dogliotti, que reconoció caballerosamente a Pagés.

En Aragón todavía no le hemos hecho un homenaje y apenas es conocida su figura. Provoca un cierto sonrojo sobre todo después de que, el pasado 4 de junio, se le dedicara en Madrid una Sesión Científica de reconocimiento, en la Real Academia Nacional de Medicina, impulsada tras haber tenido noticia la presidencia de esta Comunidad, Esperanza Aguirre, de que el descubrimiento de la anestesia epidural, a la que tantas mujeres dan las gracias, se debía a un español. En Aragón estamos tardando demasiado a reivindicarle como se merece.

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Categorías: Los aragoneses | 9 comentarios

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9 pensamientos en “Fidel Pagés, descubridor de la anestesia epidural

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  2. amada

    buena muy buena la informacion sobre fidel pages. .

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