El tesoro del que hablamos hoy es bien conocido por todos. Una de la grandes joyas de la corona, uno de esos lugares donde todo podría ser un decorado de película, pero donde todo es real. La historia y el paso del tiempo es fácilmente reconocible en cada una de sus piedras. No es difícil ver a la villa encabezar o formar parte de listas donde se recogen los pueblos más bonitos de España o de Europa. Hoy nos vamos a Albarracín.
Situada en la provincia de Teruel, entre los pinares de Rodeno, el río Guadalaviar y los montes Universales, Albarracín es uno de los municipios más bellos de Aragón y con mayor afluencia de turistas. Una expedición muy numerosa lo hizo este pasado septiembre: Una superproducción de Hollywood, protagonizada por Christian Bale se detuvo varios días para transformar la plaza Mayor en un mercado medieval Otomano y rodar algunas escenas en su muralla o en el cañón de Calomarde. Además de los escenarios citados, en la película titulada The promise aparecerán hasta 400 extras contratados en la sierra de Albarracín y Teruel. La magia del cine situará la acción a miles de kilómetros de Aragón, hacia el final del Imperio Otomano, pero Albarracín y sus maravillas, serán fácilmente reconocibles.
Un paseo inolvidable
La localidad cuenta con monumentos importantes como la Iglesia de Santa María, la Catedral, el Palacio Episcopal o la muralla que la rodea, pero lo que más gusta al visitante es perderse entre sus empinadas calles y descubrir rincones fotografiados mil veces, pero que siempre aceptan una instantánea más.
Tres son los momentos que marcan la historia de esta villa medieval que hoy tiene poco más de 1000 habitantes: El califato andalusí, el reino de taifas y la reconquista cristiana, donde Albarracín se mantuvo entre dos grandes reinos hasta su final incorporación a la corona aragonesa.

Arquitectura de Albarracín. Fuente: http://www.patrimonioculturaldearagon.es
En la parte alta de la villa, vigilando el paso del tiempo se sitúa el castillo de Albarracín, en lo que fue el centro de la primitiva medina musulmana. Se trata de una inexpugnable fortaleza, asociada al origen islámico de la ciudad, que por su elevada topografía, constituye un excepcional mirador que el visitante, pese al ligero esfuerzo, no se debe perder. Siguiendo el borde del relieve sobre el que se asienta, se levanta el cerco amurallado, con once torres de planta circular y donde encontraremos añadidos de época cristiana tras la entrega de la plaza en la segunda mitad del siglo XII. En la zona se han encontrado importantes restos de casas-palacio de época musulmana, con patios centrales y habitaciones diferentes a su alrededor, que conservan ciertos elementos singulares.
Albarracín, una tierra de frontera.
En 1170 Albarracín sería entregada a la familia de los Azagra, terminando su historia musulmana para retomar la cristiana. La creación del obispado de Albarracín aumentará su poder y su independencia en un lugar de frontera y disputa entre aragoneses y castellanos. Jaime II incorporará en 1300 el señorío a la Corona de Aragón, dotando a Albarracín del título de ciudad y del segundo lugar en las Cortes del Reino, tomando asiento tras los representantes de Huesca, aunque los problemas y luchas entre ambos soberanos aragoneses y castellanos por esta plaza continuaran durante el siglo XIV.
La Catedral de Albarracín
Junto con la muralla, la Catedral de San Salvador será uno de los monumentos más destacados de la localidad. Iniciada en el siglo XVI, será reformada en el siglo XVIII, dotándola de óculos, pilastras interiores y de una gran moldura corrida en su perímetro, aunque acabó repintándose, según una inscripción encontrada en la restauración, en el año 1887. El edificio se levantó en primer lugar sobre la antigua catedral medieval y su previa mezquita mayor. La disposición del terreno provoca que tanto el coro como su capilla Mayor aparezcan sujetos por contrafuertes exteriores que les permiten salvar los importantes desniveles topográficos que existen a uno y otro lado del monumento, rebasando la estrechez del meandro del Guadalaviar.

Torre y puerta principal de la catedral del Salvador. Fuente: http://www.patrimonioculturaldearagon.es
La plaza Mayor, la torre Blanca o la iglesia de Santa María, así como el museo de Albarracín o el diocesano son lugares que no hay que dejar de visitar y que el viajero se irá encontrando en su paseo. Pero no serán sus monumentos la imagen más presente en la memoria de los visitantes, serán las calles estrechas, empinadas y empedradas, los rincones pintorescos con arquitectura tradicional o el yeso rojizo de Albarracín los principales reclamos y recuerdos.
Una de las fotografías más icónicas de la localidad será la casa de la Julianeta, que, construida en yeso y madera, parece que desafía a la gravedad y sorprende por sus irregularidades constructivas. Rehabilitada hace poco tiempo por la Fundación Santa María, ha rescatado en lo posible su disposición original y se ha convertido en un taller de artistas, creando dos pequeños estudios.
La Fundación Santa María
Albarracín es hoy también un ejemplo de conservación y rehabilitación del patrimonio gracias a la Fundación Santa María de Albarracín. Se trata de una entidad sin ánimo de lucro creada en 1996 para hacer de Albarracín “un emblema cultural, en sintonía con la excepcionalidad patrimonial y paisajística de esta ciudad” y que tiene su sede en el palacio Diocesano.
La Fundación, que empezó como una escuela de restauración, ha creado una red de once infraestructuras culturales que van más allá de la visita turística y permiten albergar seminarios y cursos. Incluye, además, tres residencias, una Iglesia auditorio, el centro de restauración y cinco espacios expositivos. El dinero recaudado en estas iniciativas supone una quinta parte del millón de euros presupuestado por la Fundación, cuyos patronos son el Gobierno de Aragón, Ibercaja, el Ayuntamiento y el Obispado de la Diócesis de Teruel y Albarracín.
Historia, patrimonio y naturaleza.
Además del patrimonio histórico y cultural, en Albarracín también encontraremos otros atractivos, como la subsede del Territorio Dinópolis dedicada al mundo de los fósiles y los mares prehistóricos (Mar Nummus) y el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno, que forma parte del Parque Cultural de Albarracín, donde encontraremos numerosas muestras de arte rupestre de tipo levantino.
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